domingo, marzo 07, 2010

Por Guatemala, ¡Protesto contra los intelectuales que se oponen a ProReforma!

Nunca pensé que para decidirse a apoyar una iniciativa de reforma constitucional, aunque se trate del mínimo apoyo posible – que es el voto por el “Sí” en una eventual consulta popular – uno tuviera primero que convencerse de que las ideas de un pensador o filósofo social – Hayek u otro – no son ideas descarriadas, superadas o simplemente consideradas contrarias a la “filosofía pública imperante” (y todavía me pregunto si existe tal cosa ¿ya todos los filósofos públicos están de acuerdo?) como tampoco pensé que la propuesta tuviera que estar basada exclusivamente en prácticas probadas y bien conocidas de forma que estuviera respaldada por abundante evidencia empírica.

De igual forma, sigo pensando que una propuesta de reforma constitucional tampoco necesita lo que algunos han llamado consenso, si por ello se entiende lograr un acuerdo tan completo que no queda objeción pendiente de resolver ni interés sin satisfacer en toda la sociedad, entre otras cosas porque ese consenso ideal y utópico es imposible de lograr si el acuerdo se busca sobre algo positivo (el mismo Hayek decía que es más fácil lograr el acuerdo de todos sobre algo negativo que sobre algo positivo) pero también porque democracia no implica consenso absoluto sino aprobación mayoritaria.

En mi inocencia esas no eran más que características deseables dado que podemos examinar directamente la propuesta y decidir de acuerdo a nuestra propia percepción de la misma y su aplicabilidad a la realidad nacional, y en esto seguramente nos iba a ayudar el análisis serio y comprometido con el desarrollo nacional, de los intelectuales locales.

Constitucionalmente lo único que una propuesta de reforma necesita para ser considerada legítimamente originada por el pueblo es el apoyo de 5,000 ciudadanos, un requisito mínimo si se quiere, pero eso fue lo que los constituyentes de los ochentas dispusieron, con buen tino en mi opinión. Pudieron haber requerido tantas cosas más, pero no lo hicieron. Y entre la lista de requisitos que NO pidieron están precisamente los ya señalados: que la propuesta no tenga “peros” filosóficos (no en sí misma sino en las teorías que pudieran estarle relacionadas), que tenga evidencia empírica de respaldo, que vaya acorde con la “filosofía pública imperante”, que haya sido consensuada hasta la saciedad, además de otras más perturbadas: que los proponentes formen partido político, que privilegien los derechos sociales sobre los individuales, que se aseguren de tomar en cuenta a todos los grupos del país (¿Qué sea “políticamente correcta”?), que garantice la representatividad geográfica (como si esta fuera la única forma posible de representatividad) ¡Qué payasada de democracia la que tendríamos! Menos mal que los constituyentes entendieron mejor la democracia de lo que parecen entenderla ciertos intelectuales.

Estos comentarios los hago en vista del giro que parece haber tomado “el debate” (o sucedáneo de debate) en las últimas publicaciones. Nuestros formadores de opinión parecen estar lanzando acusaciones casi pueriles: “Hay que rechazar a ProReforma porque viene de las ideas de un tal Hayek, pensador afín al libre mercado, y todo lo que huela a libre mercado es malo, no importa si la propuesta contiene elementos beneficiosos, pues no hay que dejar pasar esta oportunidad de derrotar a los libertarios, esa victoria es más importante que cualquier beneficio que pudiera conseguirse para Guatemala”. Vaya, eso si que serían razones locas, por no decir perversas.
Otras acusaciones son menos desviadas pero no por ello menos pueriles: “ProReforma no hizo bien su tarea, no respeta correctamente las ideas de sus mismos filósofos fundamentales, se saltaron tal parte del proceso, son arrogantes cuando Hayek promulgaba la no arrogancia” y otras tonterías más, como si hacer una propuesta de reforma fuese una tarea del curso “filosofía política” y los severos catedráticos le estuvieran dando un 40 sobre 100. Por supuesto de ello se seguiría que no hay que apoyarla pues académicamente es equivalente a un ensayo mal hecho. Nuevamente ¡qué díscolos!

Lo triste del caso es que la intelectualidad guatemalteca parece estar sirviendo sin proponérselo (o proponiéndoselo perversamente) a los intereses de los corruptos y aprovechados del estado. ¿Quién querrá en el futuro proponer que jueces y magistrados ocupen su cargo de forma vitalicia si ya eso lo propuso ProReforma y fue rechazada? ¿Y la elección por sorteo del fiscal general y del contralor general? ¿Y la elección popular de los gobernadores para que no sirvan “de oficio” al aparato estatal corrupto e impune? ¿Habrá algún valiente que se atreva a rescatar estas propuestas cuando nuestros “intelectuales” han hecho un excelente trabajo de desprestigio de ProReforma?

No hay que olvidar que lo que está en juego no es salir triunfador en un debate filosófico o ideológico, es el rescate de nuestra patria del terrible estado en que se encuentra fruto de un sistema que propicia el acaparamiento del poder, ayuda a delinquir al corrupto y le asegura impunidad.

Ponerle una lápida a ProReforma y a todos los aspectos positivos que contiene, es ponérsela al desarrollo de Guatemala.

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